14 febrero 2006

Declaración de intenciones

Esta página pretende ser una llamada de atención ante un gravísimo problema que amenaza nuestra tierra: los incendios forestales. Lejos de sentenciar o de asentar unas opiniones, es un foro de debate donde no se da por cerrado nada, donde se asume que es un problema muy complejo que no tiene únicos culpables ni existe una única solución.

Ante la oleada de incendios que asolan cada verano, pero también cada invierno (el día de Navidad había tres incendios activos en el suroeste de Ourense), creo fundamental plantearse una pregunta: ¿Quién quema los montes? Ante la pasividad de los que debieran investigar sobre ello (Galicia entera está quemada y son contados los casos de incendiarios condenados), creo necesario abrir un debate social sobre las causas de los incendios y sus responsables.

La magnitud del problema es tal que es evidente que no se trata de conductas aisladas, de gamberradas, o menos aún de sucesos fortuitos. Cuando en un mismo municipio hay cuatro incendios el mismo día a la misma hora (al caer la tarde), no puede ser casualidad: existe un plan incendiario.

Galicia, al igual que el Norte de Portugal y las comarcas limítrofes asturianas, leonesas y castellanas, está sufriendo desde hace dos décadas un ataque incendiario que sólo puede obedecer a motivos económicos. Es una verdadera industria del fuego, con unos grupos de interés que se benefician de que el monte arda, ante la anuencia de las autoridades.

Desentrañar quiénes son los responsables no es una tarea grata, pues necesariamente hay que herir susceptibilidades (de lo que bien se guardan los políticos). Pongamos un ejemplo: cuando señalamos como posibles responsables a los cazadores, es evidente que no todos los cazadores le pegan fuego al monte. Es más, ni siquiera una mayoría, ni una pequeña minoría. Pero sí que creo indiscutible que hay personas concretas que por intereses relacionados con la caza pegan fuego al monte. Tan equivocado sería generalizar la culpa como la exculpación de todo un colectivo o grupo de interés.

No es la intención de esta página culpar a nadie, que para eso están (¿están?) los jueces y fiscales, sino reflexionar en conjunto sobre los posibles intereses que pueden llevar a que el monte arda año tras año. No es cuestión de señalar con el dedo acusatorio, máxime cuando en mi opinión la culpabilidad última está en los distintos gobiernos que han ido creando, por obra u omisión, las condiciones económicas y sociales que han desembocado en esta plaga que amenaza con destruir, de forma absoluta y definitiva, la riqueza natural de nuestra tierra.

Se trata de un problema complejo, que debe ser tratado desde muchos puntos de vista, no únicamente el de la extinción ni el de la persecución policial de los autores directos. Es un problema sociológico y económico. Económico por los intereses que existen en torno a los incendios. Sociológico por la desafección de la Galicia rural por unos bosques de repoblación que le vinieron impuestos por la dictadura y aún antes (las repoblaciones masivas empezaron en época de Isabel II), así como por la ignorancia en la que vive la Galicia urbana de los problemas que afectan al monte gallego.

Es pues un problema que ha de ser tratado de forma global, también en el aspecto competencial y geográfico. Es fácil suponer que compartimos causas y, probablemene, agentes incendiarios con otras zonas devastadas por el fuego en el Noroeste peninsular.

Eso sí, aunque esta página esté focalizada en el monte gallego está por supuesto abierta a la participación de cualquier ciudadano de la península (espero que el idioma no sea una frontera para los lectores portugueses), pues mucho de lo que aquí se diga será fácilmente extrapolable a otras regiones. La Naturaleza es una, y por desgracia los incendios no sólo amenazan esta esquina, ni se detienen en las fronteras.

Mi única intención es la de dar una voz de alarma ante lo que me parece el mayor desastre ecológico que afecta a Galicia, recogiendo las opiniones que escucho en la calle y a partir de ellas abrir un foro de debate en el que poder intercambiar ideas y puntos de vista.

Ésta es pues una invitación a la reflexión y al debate. Nada de lo que aqui esté escrito es indiscutible, todo es rebatible, opinable. Esta página sólo propone unos temas como punto de partida de un diálogo entre ciudadanos. La secuencia será la misma en todos los puntos: análisis de los intereses y sugerencia de soluciones que podrían desactivar esos intereses.

La máxima sería:

Procurar que nadie saque provecho de que el monte arda, y no arderá.


Vosotros tenéis ahora la palabra.













Breve reseña histórica

Hace ya tres siglos empezaron las talas sistemáticas de los montes gallegos. Primero en la costa, luego hacia el interior, según iban desarrollándose los medios de transporte. El bosque autóctono atlántico, con base en el roble carballo fue sustituido por repoblaciones de especies baratas de rápido crecimiento, aptas para la industria (pinus radiata y eucaliptus globulus). Con ese crimen ecológico a nuestro ecosistema rompieron la relación del pueblo con un monte que ya le era ajeno y, con ello, sembraron la simiente de otro problema: los incendios forestales.













Observo

-El 80% de los incendios que se producen en Europa se dan en la Península Ibérica.

-Galicia tiene un 7% de los bosques españoles, y su nivel de riesgo de incendio es bajo por tratarse de la España húmeda. Sin embargo, sufre el 50% de los incendios, y en torno al 30% de hectareas afectadas en España.

-De las 153.000Ha que ardieron en España en el año 2005, 50.000Ha eran gallegas, aproximadamente la mitad de ellas en la provincia de Ourense.

-Es decir, 12 veces más probable que arda un terreno en la provincia de Ourense que en cualquier punto de España.

-Existen terrenos que arden con una cadencia de dos a cinco años. Arden los matorrales que salieron del anterior incendio, arden los árboles de reforestación que acaban de plantar.

-Estas zonas presentan un proceso incipiente de desertización..¡¡¡EN GALICIA!!!. El aumento de la erosión provoca la infertilidad del suelo muchas veces en roca viva, así como la mayor incidencia de riadas y sequías.

-Hay municipios que tienen incendios TODOS los días de verano. Si un día falta la columna de humo...es que al siguiente hay tres. Hay municipios en la Raia Seca con poco o nada más que quemar.

-Sólo una pequeña parte del monte orensano no ha sufrido un incendio en los últimos 20 años. La vegetación predominante en Ourense son xestas, uces y otras especies que siguen a la degradación del monte, así como repoblaciones de pinos. Es casi imposible encontrar un carballal de más de 20 años, los pocos que quedan son ejemplares jóvenes que nacieron espontáneamente después de un incendio (la Xunta jamás ha repoblado áreas significativas con especies autóctonas).

-La mayoría de los incendios tienen su origen en zonas inaccesibles al caer la tarde y en varios focos en la misma zona o en oleadas en la misma comarca. Son incendios provocados por profesionales, que dejan que se desarrollen por la noche para a la mañana siguente ser ya imparables, y que divide los medios de extinción los cuales se tienen que centrar en proteger los núcleos de población.

-Es reseñable que últimamente la etapa de incendios no se limita al verano, sino que también en los días fríos y secos del invierno hay oleadas de incendios (hay días que ninguno, hay días que cinco en un pañuelo). Si bien su propagación es más lenta, son mucho más peligrosos para las caducifolias al encontrarse en esta época con un contenido en agua muy reducido, casi secas, por lo que son mucho más vulnerables a la acción de las llamas.

Estimo:

Incendios los hay en todas partes, pero en el Sur de Galicia concurren unas circunstancias especiales que singularizan este problema. En otras palabras: AQUÍ PASA ALGO RARO. Existe un feito diferencial que nos distingue a los habitantes del noroeste ibérico del resto de la península.

Fuente: Ministerio de Medio Ambiente

Actualización:Datos del año 2006 en Galicia.

Nº incendios = 6.997

Superficie quemada = 93.887 ha de las cuales más de 54.000 ha eran de superficie arbolada.

Entre el 1 y el 4 de Agosto ardieron 82.418 ha, es decir, un 88% de la superficie quemada en todo el año. En cuatro días.

Las conclusiones preliminares de la Guardia Civil sostienen que no existe conexión entre los incendios.

La concentración de incendios en cuatro días responde a una mera casualidad.

Debía haber luna llena esos días.

Que este año cambiaran de tipología y pasaran de arder montes perdidos en Ourense y Lugo como todos los años, a amenazar el espacio periurbano del eje atlántico gallego, también es otra casualidad.

La luna los iluminó con las mismas ideas.

Me doy cuenta que las cifras no dan una idea clara del problema, ya que es difícil imaginarse a qué corresponden todas esas hectáreas. Pongámoslo en relación:

De 148.730 ha calcinadas en el conjunto del territorio español en el 2006, 93.887 ha correspondieron a Galicia. Es decir, el 63% de la superficie que se quemó en toda España, fue en Galicia.

Contando que la superficie forestal gallega es de 2.039.575 ha, el año pasado ardió el 4,6%, es decir, una vigésima parte del monte gallego.

Se podría decir que Galicia tiene mucho monte, el tópico de siempre. Veamos: España tiene 26 millones de hectáreas de superficie forestal. Así pues, Galicia representa el 7,7% del monte español, y acumula el 63% de la superficie quemada.

La pregunta es obvia:

¿POR QUÉ?


A continuación, analizaremos la causalidad de los incendios forestales.













Responsables forestales

Bajo este título quiero incluir a aquellos técnicos responsables del ordenamiento forestal; no porque sean sospechosos de quemar nada, sino porque son culpables del estado calamitoso en el que se encuentra el monte gallego, y que es causa directa de los incendios.

La elección de las especies, especies de ciclo corto muy rentables para la industria pero poco para el titular del suelo (la madera de eucalipto o pino joven es baratísima aún sin quemar), es ya un verdadero crimen ecológico. Especies ajenas al medio en el que se introducen, empobrecen el suelo, impiden el desarrollo de especies arbóreas de desarrollo más lento, creando un monocultivo tan rico ecológicamente como un campo de cereal castellano.

El criterio de extracción es también una ofensa a la inteligencia, viendo camiones cargados de troncos de diámetros inferiores a los 10cm, e incluso a los 5cm. El procedimiento de tala salvaje que se lleva a cabo en Galicia, eligiendo una parcela y talando absolutamente todo, dejándola pelada de toda cubierta vegetal, con el suelo hendido por las rodadas de las máquinas y expuesto a la erosión, es un procedimiento que sólo tiene una ventaja: el beneficio a corto plazo de las empresas madereras, que minimizan los costes.

En un país no tercermundista la administración debiera velar por los intereses general, y no dar manga ancha a esa forma bárbara de proceder. El ingeniero que aprueba esa forma de actuar sabe menos de montes que cualquier capataz de montes de hace siglos, cuando cortar un árbol joven era un grave delito (además de una necedad).

Una industria de la madera que la requiere para trituración, para la producción de pasta de papel o tableros de conglomerado, sólo requiere de fibras vegetales, madera al peso de ínfimo coste que tanto puede venir de ejemplares jóvenes, como quemados.

Tenemos en la administración a unos técnicos absolutamente ajenos al problema de los bosques, al servicio de las empresas madereras y transformadoras y de sus intereses. Ahora mismo los bosques gallegos no valen nada: la mayoría de ejemplares de roble tienen menos de una veintena de años (producto de la regeneración natural de los incendios y talas masivas, cuando no se ha repoblado encima del carballal con pinos y eucaliptos, completando así el desastre). El resto de bosques, de repoblación, son de un bajísimo coste por ejemplar, como conviene a la industria pero evidentemente no a los propietarios (que muchas veces son comunales).

La administración no puede tratar el bosque como objeto de mercadeo, en vez de como un bien único a preservar. La administración ha de gestionar el patrimonio de todos en interés general, y no eximirse de sus competencias y dejar la planificación forestal en manos de la industria forestal. Un bosque bien gestionado es una riqueza, también económica, para toda la sociedad y muy en concreto para la comunidad rural donde radica. Si existen fuertes intereses económicos en que un bosque no arda, ese bosque no arderá.

Soluciones:

  • Adopción de un sistema racional, moderno, de aprovechamiento forestal, en el que la tala sea selectiva, sólo de los ejemplares maduros y comercialmente aprovechables, reduciendo el impacto paisajístico y ecológico (erosión del suelo). Con este sistema, las ganancias revierten en el titular del suelo. En lenguaje de hoy: poner en valor la madera.

  • Asunción por la administración de unas directrices, de un plan que indique qué se quiere hacer con el monte. Que las decisiones de las administraciones hayan de estar encaminadas a la preservación de la biodiversidad, así como a la gestión de los montes de forma inteligente para que tengan un alto valor que revierta en las comunidades a quien pertenecen. Para ello habrá que empezar por conocer la situación actual del monte gallego según un estudio serio, riguroso y ajeno a presiones externas, no como ahora.

  • Protección absoluta de los escasos ejemplos de bosque atlántico inalterados en la geografía gallega (Ancares, Caurel, Fragas do Eume, Teixedal de Casaio...) como verdaderas joyas y esperanza de futuro para Galicia. Ellos han de ser la simiente para deshacer toda la devastación de las últimas décadas de barbarie contra el monte.

  • Que el objetivo de las repoblaciones sea recuperar el ecosistema que heredamos, y no servir de materia prima barata a las industrias de la trituración. Prohibición absoluta de repoblar con cualquiera de las especies de eucalipto o pino alóctonas. Regenerar el bosque atlántico (roble carballo, roble albar, acebo, haya, negrillo, abedul...) siguiendo criterios biólogicos y no especuladores a corto plazo de la madera.












Industria transformadora


Galicia posee un poderoso sector forestal. La madera quemada es más barata porque sólo sirve para trituración, ya sea para la fabricación de aglomerados como para la producción de pasta de papel. Éste es el mayor sector productivo gallego y para ambas industrias, la pastera y la de los aglomerados, la existencia de incendios forestales les supone un seguro para obtener materia prima a bajo coste. Tras un incendio, el propietario debe vender la madera quemada en unos meses o se pudrirá, lo que no ocurre con los árboles vivos (si no encuentra buenos precios siempre puede esperar). Esto permite que los madereros tengan la mano fuerte en el mercado, tumbando los precios.

Intereses:

Obtención de materia prima más barata al comprar madera quemada, provocando además una bajada de precios de la madera verde, quebrando el mercado.

Si queremos conocer quienes son los responsables últimos de la ola de incendios que afecta a Galicia, sería interesante que la Xunta, que posee los datos, hiciese público cuál es el destino de tanto camión de madera quemada, a qué empresas va y a qué precio fue adquirido.

Asimismo, sería interesante saber cómo se integra la madera quemada en el ciclo productivo, si es necesario el uso de blanqueantes (derivados del cloro) para su aprovechamiento, y en definitiva un estudio en profundidad (e independiente) sobre la proporción de madera quemada en estos procesos y la rentabilidad que obtienen al emplearla.

Las enormes fauces de la industria maderera se tragan grandes bocados de bosque al día. Galicia no puede ser la despensa de estos monstruos de la celulosa, que dictan la ordenación y explotación del monte gallego a su conveniencia. La riqueza de estas empresas es la pobreza de las zonas rurales que esquilman.

Soluciones:

  • La tala de un árbol supone un daño ecológico que ha de ser minimizado y, en lo posible, reparado. Para ello debería existir un impuesto especial al igual que el que pesa sobre los hidrocarburos, que grave el metro cúbico de madera. De pequeña incidencia sobre la industria del mueble, que usa maderas de alto coste en el cual se diluiría este sopreprecio, pero gravoso para las industrias del papel y del conglomerado, las cuales usan grandes cantidades de madera barata, y que tendrían que repercutir en el consumidor, frenando así su consumo irresponsable. Ese impuesto serviría para sufragar la repoblación de los montes gallegos.

  • De forma pareja al aumento de precios del papel, articular una campaña de concienciación en el uso racional de este bien, impidiendo usos abusivos como la publicidad impresa masiva, fomentando alternativas que no impliquen deforestación (telemática...).

  • Prohibición absoluta del comercio de madera quemada. Ello exigiría en un primer momento talar madera verde en su lugar, pero es la conditio sine qua non acabaremos con los incendios en los bosques. Los árboles de un bosque quemado han de ser abatidos y triturados in situ para fertilizar la tierra y proceder a la....

  • Repoblación automática del monte quemado. Que la administración tenga por ley la obligación de repoblar en un plazo breve toda superficie que haya ardido, siguiendo para ello directrices de diversidad medioambiental y regeneración del bosque atlántico. Las repoblaciones serán costeadas por las distintas administraciones, también los ayuntamientos que en la actualidad se lucran con la venta de madera quemada. Así, un ayuntamiento con alta tasa de incendios no será premiado con más inversiones, sino obligado a reponer lo que su ineficacia no supo proteger. Hay que terminar con la situación actual, en la que tras un incendio hay ayuntamientos que reparten entre las familias del pueblo una buena suma que, de ser pocas casas y mucha el área afectada, puede alcanzar una cantidad bastante considerable (pan para hoy...).

  • Prohibición absoluta de repoblar con especies alóctonas o de espaldas a los criterios medioambientales.

  • Las repoblaciones habrán de hacerse a través de una empresa pública con trabajadores con contrato fijo (para no crear otro grupo de interés).

  • Control en las importaciones de madera para la industria transformadora local. Al igual que debemos preocuparnos de la integridad de nuestros bosques, habremos de tener también cuidado de que nuestra industria no use madera de la tala ilegal, muchas veces de bosques primarios (de altítisimo valor ecológico), para convertirla en pasta de papel o muebles baratos. Obligación de que todas las importaciones cumplan las normativas internacionales sobre explotaciones forestales sostenibles (certificación FSC), no haciendo negocio del atentado ecológico en otras partes del globo.

Con la madera se puede hacer negocio, un buen negocio, pero de forma reglamentada y sostenible. Con ese negocio ganamos todos, ganamos mucho más, y no pierde el bosque.












Agricultores

Intereses:

Forma rápida y barata de deshacerse de residuos de la explotación agrícola, así como de eliminar matorral de una finca para su roturación y aprovechamiento.

Una de las causas de incendios en los que la página del Ministerio hace especial hincapié (más bien la única ante la que no ofrece disculpas) es en la quema de rastrojos y uso del fuego para limpiar fincas. No se qué especialista habrá escrito éso, y quizá en otras regiones de España sea así, pero me parece demasiado cobarde culpar en exclusiva a la parte más débil, mientras en la misma página se exculpa, no sé con que argumentos, a los especuladores que juegan con las recalificaciones.

Si bien es innegable que la quema de rastrojos es una de las causas de incendio, no sirve para dar explicación a la mayoría de los mismos, que se producen lejos de las zonas cultivadas en varios focos simultáneos al atardecer. La quema de rastrojos, prohibida en época estival y muy reglamentada, es muy raro que se vaya de las manos por el propio interés del agricultor, ya que sería muy sencillo determinar el origen del incendio.

Los fuegos próximos a núcleos habitados también pueden tener causa en rencillas y venganzas. Éste quizá sea el único apartado en el cual no puedo sostener que las causas del incendio sean intereses económicos. Es además, el más dificil de erradicar, ya que la necedad es inherente a la especie humana.

Otra causa más peligrosa es la limpieza de monte baldío con fuego, que puede ser producido por gente del pueblo para eliminar monte bajo, ya sea para el posterior cultivo, ya sea para evitar que se refugien en él aminales, ya sea como pastos.

La idea de limpiar el monte viene de considerar un monte vivo un monte sucio; frente a su idea de monte limpio que es un monte en roca viva, en proceso de desertificación. Este tipo de fuego sí que es más peligroso por lo descontrolado,y por la cercanía al pueblo y a fincas con plantaciones vulnerables (viñedos, sotos de castaños...).

La valoración que hace cierta gente de los pueblos del monte bajo como basura que hay que limpiar es curiosamente muy similar a la solución que aportan ciertos entendidos y políticos, que opinan que el monte arde porque está sucio, y que los trabajos de prevención deben ir encaminados a eliminar el sotobosque y en general todo el material combustible del mismo. Estas palabras, que pueden tener razón al hablar de una explotación forestal, son una estupidez mayúscula si generalizamos a todo el monte, y permiten conocer la visión que estos especuladores de la naturaleza tienen del monte gallego: todo él es una explotación forestal a la cual se le puede chupar hasta la última gota de sangre (savia).

Esto es gravísimo, por lo extendido de esta opinión entre precisamente los políticos responsables de preservar los bosques:

  • En primer lugar: el sotobosque no es basura ni suciedad, sino una parte inherente del bosque, con función ecológica tan importante como las especies de gran porte y que asegura la sostenibilidad del medio. Eliminarlo supone castrar un bosque, reducirlo a la categoría de cultivo, un ecosistema anémico, una mera plantación de árboles que ya no es Naturaleza.

  • En segundo lugar: es absolutamente imposible de realizar. Desbrozar todo el monte gallego, además de un atentado ecológico, es un imposible ya que se necesitaría para ello más personal que la propia población gallega. El monte es demasiado vasto, impensable para el que sólo lo conoce desde la cinta negra de asfalto.

  • En tercero, sabiendo que gran parte de la superficie de monte gallego ya ha sido quemada y lo que hay es matorral, es decir, monte en proceso de regeneración natural...si eliminamos esa cubierta de xestas o carqueixas...¿qué queda? ¿peñas peladas? ¿es ese el razonamiento de la Consellería de Medio Rural para acabar con los incendios?

Si el razonamiento de que "el bosque arde porque está sucio”, lo continuamos, acabaremos en buena lógica compartiendo la opinión de Bush, según la cual el bosque arde porque existe. Talándolo, se acabó el problema (muerto el perro...).

Me parece una tergiversación repugnante culpar al bosque de que arda (porque está sucio, porque está seco, porque está descuidado..). El bosque no arde sólo, el bosque arde porque lo queman (las tormentas secas son causa de un cero coma algo por ciento de incendios). Hay que impedir que nadie le plante fuego al monte, porque impedir que el monte arda es del género imbécil: si es monte, arderá, y si no arde es o porque ha llovido, o porque no es monte. Invertir en hacer aún más daño al monte gallego me parece el colmo del despropósito y de la cobardía política.


SOLUCIONES:
  • De nuevo: repoblación automática de las zonas afectadas por el fuego.

  • Educación en las zonas rurales para eliminar esa cultura del fuego, enseñando los peligros de la misma.

  • Dar facilidades a los agricultures para el desbrozamiento de las parcelas, incluso por fuego, de forma reglada y con las medidas de seguridad oportunas (presencia de servicios de extinción en el momento de la quema). No basta con prohibir sin dar alternativas, porque si los agricultores no pueden hacerlo de forma controlada, existirá la tentación de hacerlo a escondidas, con efectos imprevisibles.

  • Educación de los responsables públicos en los valores ecológicos del monte, no sólo en los monetarios.

  • Políticas encaminadas a potenciar el medio rural como un espacio de riqueza natural y cultural a proteger. Por que sí, porque es nuestra obligación como gallegos, pero también por motivos de rentabilidad económica. El turismo rural no sólo necesita de establecimientos hoteleros, también de un medio natural que poder ofrecer al visitante como alternativa al medio urbano del que viene.

  • Cumplimiento de la legislación europea sobre explotaciones forestales sostenibles. Adopción del distintivo que las reconoce. Salida de la ilegalidad y la barbarie del monte gallego. Fin de la política de madera barata. La madera es un recurso limitado que hay que conservar...y pagar. Galicia no puede ser la reserva de madera barata a la medida de las celulosas. El paisaje gallego no lo pueden decidir cuatro empresas. No podemos convertir nuestra tierra en un sembrado de pinos y eucaliptos para beneficio de unos pocos.

  • Delimitación clara de lo que es una explotación forestal, en la cual habrá que buscar la máxima rentabilidad respetando unos mínimos ecológicos (lo cual no tiene porqué ser óbice, sino que es resultado de una buena gestión de la explotación); diferenciándola de lo que es medio natural, con todas las figuras de protección necesarias para preservarlo de forma inalterada.

No toda Galicia puede ser una reserva, pero tampoco todo el monte gallego puede ser un cultivo de pinos y eucaliptos. Un monte íntegro deja más dinero entre los habitantes de los pueblos que el modelo de monocultivo que nos han vendido como único posible.













Ganaderos

Intereses:

Creación de nuevas zonas de pastos donde poder apacentar el ganado, sobre todo ovino, de los brotes de la vegetación que crece tras el fuego.

Ésta es, al menos en este rincón de la península, una causa residual de incendios. Con una ganadería extensiva en regresión, centrándose cada vez más en una ganadería bovina y porcina estabulada, no creo que tenga una relevancia particular.

Soluciones:

  • Modernización de las explotaciones agropecuarias

  • Vigilancia en el cumplimiento de la ley que prohibe apacentar los animales sobre terreno en regeneración despúes de un incendio













Aerogeneradores

Intereses:

Vencer las dudas administrativas para la ubicación de parques eólicos. Un monte quemado no tiene valores ecológicos que proteger, y por lo tanto se puede construir sin trabas ni obstáculos administrativos.

Galicia es una comunidad pionera en la implantación de aerogeneradores, lo cual sería una buena noticia si no fuera por la forma en que se está desarrollando. Con regulaciones burocráticas pero ninguna regulación de facto, los molinos de viento se multiplican al antojo de las empresas del sector, instalando sus parques sobre las cenizas de montes recientemente quemados (Xurés, A Canda..).

La existencia de cubierta vegetal hace perder velocidad al aire en las capas bajas por rozamiento, y este efecto es más acusado cuanta mayor sea la altura de los árboles. Un bosque es pues un problema para la generación eólica, porque frena el viento y por lo tanto disminuye la energía eléctrica producida. Además, el que exista un bosque debajo hace que el viento que incide en la pala en su recorrido inferior tenga menor velocidad que en la de arriba, introduciendo un esfuerzo oscilante, fuente de vibraciones que propiciarán un fallo prematuro del rotor por fatiga de materiales. La tentación es pues muy grande, y el riesgo muy pequeño, para limpiar o despejar la zona donde se proyecta el parque eólico con un cabo de vela y una botella de gasolina.

También la inconveniente presencia de un bosque puede frenar, ante la excepcionalidad de un gestor público honesto, la aprobación del estudio medioambiental. Inconveniente fácilmente soluble, como bien sabemos.

Soluciones:

  • De nuevo: Prohibir la recalificación de montes afectados por incendios. Repoblación automática.

  • Análisis efectivo de los estudios de impacto medioambiental, que dejen de ser un mero trámite que nadie lee, y que muchas veces se fotocopia del parque anterior.

  • Control en la instalación de estos parques, siguiendo criterios económicos, sociales y ecológicos, no sólamente de interés empresarial. Es decir: que la Xunta asuma su responsabilidad en la gestión de los montes y no delegue la función reguladora en las empresas.

  • Un parque eólico tiene que a la fuerza ser gravoso para el monte en el que se construye. Una forma de paliar estos efectos sería la obligatoriedad de destinar una parte del presupuesto de construcción del parque a rehabilitar el monte que va a servir de emplazamiento, devolviéndole parte de la vida que van a destruir. Así la naturaleza también podría salir beneficiada de ese lucrativo negocio subvencionado que es la generación de energía eléctrica a partir del viento. Es preferible un monte regenerado con aerogeneradores que un monte pelado por los incendios. La naturaleza y estas estructuras pueden convivir si se hacen las cosas bien; y para que así sea, son las administraciones las que deben regular su construcción.

  • Subvenciones a la producción, no a la instalación. Es decir, que las ayudas públicas vengan referidas a energía producida y no por aerogenerador instalado, para que las empresas instalen sólo aquellos elementos que sean rentables energéticamente, y busquen soluciones para aumentar su rendimiento (incremento de altura de la torre y mayor potencia del generador), para amortizar mejor el gasto, también ecológico, que supone su implementación. Subvenciones mal distribuídas desvirtúan el mercado y crean aberraciones técnicas (industria cuyo objeto es cazar subvenciones, y no la producción eficiente, como vemos que ocurre tan a menudo en el sector agrícola).












Caza

Intereses:

Convertir el monte en una galería de tiro al blanco. Lo que antes era bosque, ahora son matorrales hirsutos en los cuales se puede avistar y disparar a una pieza a distancias enormes. En un bosque impenetrable las probabilidades son del animal, en campo abierto, del arma de fuego.

Soluciones:

  • Cumplimiento efectivo de la ley que prohibe cazar en monte quemado, pero ampliando el plazo, hasta permitir la regeneración del monte (no menos de 5 años para monte bajo, no menos de 20 para bosque).

  • Repoblación automática. La obligación del Estado de dejarlo todo como estaba antes del incendio es la mejor forma de que desistan los que quieren cambiarlo.

  • Concienciación, incluso a través de los mismos clubes de caza, de la necesidad de preservar la Naturaleza. Los incendios, a medio plazo, también menguan la población susceptible de aprovechamiento cinegético.












Industria de la extinción

Si en todos los epígrafes tengo muy claro que sólo unas pocas personas de los colectivos nombrados pueden ser responsables, sin criminalizar al colectivo en general, es en este epígrafe donde es más relevante, por el respeto y admiración que siento por aquellos que se juegan el pellejo al apagar los incendios. Decir que todos los miembros de las cuadrillas queman el monte es mucho más que injusto: es absurdo. Pero negar que haya entre ellos responsables también es falso: existen condenas al respecto.

Intereses:

Asegurarse un puesto de trabajo o un volumen de negocio.

Normalmente las sospechas y denuncias recaen sobre el personal de extinción de tierra, sobre los curritos, generalmente bajo contratos precarios que dependen de la voluntad del cacique de turno. El querer asegurarse unos meses de trabajo en unas tierras donde el paro juvenil es altísimo, puede ser la razón de más de un incendio.

Otra de las razones, por venganzas entre antiguos trabajadores que no han sido contratados para la siguiente campaña. La temporalidad y la falta de especialización son pues causas evidentes de incendios.

Pero creo injusto culpar a los que sólo sacan un parco salario de los incendios, cuando la extinción de incendios forestales es un lucrativo negocio que mueve muchísimo dinero y grandes medios técnicos (lo cual parece enorgullecer más que avergonzar al conselleiro de turno). La escalada en número de incendios y en investimentos contra o lume van sospechosamente parejas.

Lo peligroso es que se ha creado desde la estupidez política un círculo vicioso, y desmontar esa cadena de intereses no es tarea sencilla ya que sería suicida prescindir de golpe de la mayoría de efectivos anti-incendios.

Miembros de cuadrillas, pero también empresas de alquiler de maquinaria, y ya ni que decir de los aviones de carga en tierra, hidroaviones y helicópteros que la Xunta alquila cada año. ¿Cuánto cuesta cada viaje de un hidroavión? ¿Cuánto la hora de maquinaria pesada? Si un año, por milagro divino, no hubiera incendios...¿de qué vivirían esas empresas? La existencia o no de incendios en una temporada es para estas empresas la diferencia entre obtener pingües beneficios y la ruina.

Sería interesante que la Xunta también publicitara esos gastos, así como a qué empresas va destinada cada partida.

Como dato curioso, recuerdo ver paradas más de 10 grandes excavadoras en un gran incendio, sin ni tan siquiera bajarlas de las góndolas porque la orografía no permitía su uso. ¿Quién las mandó ahí? ¿Quién se hace responsable de semejante gasto inútil?

No faltan medios, faltan ideas.

Soluciones:

  • Personal de extinción con contratos fijos no vinculados a la existencia de incendios. Fuera de temporada de incendios, este personal estará dedicado a la repoblación de bosques, acondicionamiento de cortafuegos y demás labores de silvicultura preventiva.

  • Limpieza y transparencia en la selección de personal, dependiente de la Xunta y no de las corruptelas municipales.

  • La Xunta se debe de dotar de medios de extinción propios, para no fomentar con el alquiler de maquinaria el interés de que arda el monte.

  • Dotar de formación y medios a las cuadrillas. Un ejemplo: De poco sirve un camión bomba carísimo si no disponen de cartografía adecuada (2€) y conocimientos para interpretarla (al personal de las torres de vigilancia se le da una fotocopia de un mapa de carreteras de escala 1:300.000).

  • Iniciar un proceso de reducción de inversiones en la extinción de incendios, dedicándolos a la regeneración integral de los bosques.












Recalificaciones

Intereses:

Cambiar mediante el fuego los usos del suelo, al no haber ecosistema que proteger ya que está reducido a cenizas, eliminando las reticencias de ediles pudorosos. Así vemos surgir tras un incendio urbanizaciones, explotaciones agropecuarias, polígonos industriales o parques eólicos.

Esos terrenos ya desbloqueados multiplicarán su valor, así que además son un suculento negocio para los especuladores y tentación para la corrupción política. Forzar mediante el fuego la recalificación de terrenos es una tradición en la costa mediterránea que en la fachada atlántica hemos importado. Cuando un árbol molesta para construir cualquier cosa, la solución es eliminarlo mediante la llama.

Soluciones:

  • De nuevo: repoblación automática. Donde hubiera un bosque, que lo vuelva a haber.

  • Cumplimiento efectivo de la ley que impide las recalificaciones de terrenos afectados por las llamas durante diez lustros, sin que existan resquicios legales por donde se pueda colar la corrupción política o judicial.













Política

En el rural es frecuente achacar las causas de los incendios a razones políticas. Esta tesis fue esgrimida por algunos militantes y cargos del PP de Galicia, en referencia explícita o velada a las juventudes del BNG.

Ante el vuelco político ocurrido recientemente, también hay quien afirma que son los aldeanos de la derecha más conservadora los que queman el monte como revancha o venganza política.

Ambas afirmaciones, sin pruebas, carecen de cualquier fundamento y son simples calumnias. Pudiera darse el caso puntual de algún enajenado, pero no considero que sea ésa la explicación de la ola de incendios que desde hace años quema el solar noroccidental de la Península Ibérica, en regiones y en momentos de muy diversas circunstancias políticas.

Sí que hay razones políticas detrás de los incendios, pero no de una forma tan burda. Que este verano, con el reciente cambio de signo político en el gobierno de la Xunta, haya coincidido con la peor campaña de incendios de la historia del monte gallego, no parece casualidad.

Pero la razón habrá que buscarla más en el cambio de intereses económicos reseñados más arriba, de nombres en los despachos, de políticas de contratación (vamos a aprovechar este año que ya lo tengo todo firmado, porque el año que viene ya no está mi amigo en tal puesto y a saber si habrá negocio). Es más una premura de las causas económicas que una razón política en sí.

También es causa política de los incendios la absoluta torpeza y negligencia con que se ha gestionado durante las últimas décadas el monte. Mejor dicho, no se ha gestionado nada, símplemente se ha dejado en manos de los sectores interesados la gestión y el aprovechamiento del monte. La anarquía en su acepción de barbarie, salvajismo y desgobierno, la ausencia de control efectivo (sólo mucho papeleo administrativo). Esta es la gran causa de los incendios: la inacción política, temiendo molestar a ciertos sectores o perjudicar poderosos intereses o, mejor dicho, intereses de poderosos, pues el interés general en una Galicia biológicamente íntegra es superior.

Soluciones:

  • De nuevo: la gestión del monte según una silvicultura sostenible y bien organizada, que dé beneficios al conjunto de la polación: recarga de acuíferos, protección ante inundaciones y escorrentías repoblando las cabeceras de los ríos, sumideros de CO2 para el cumplimiento de los objetivos de Kyoto, didáctica y esparcimiento, reserva de la biodiversidad... y en especial a los habitantes del rural: turismo ecológico, recolección de setas, conservación de suelos, pastos en prados, combustible de las podas, etc.












Incendios accidentales o fortuitos

Chispas de vehículos, tormentas secas, colillas, barbacoas, cristales, espectáculos pirotécnicos...etc. Es decir, aquellos incendios provocados por el azar o la negligencia.

Estas causas, algunas verdaderamente peregrinas, parecen ser para políticos y medios de comunicación las únicas que ofrecen explicación. A los incendios culposos, la inmensa mayoría en Galicia, los más graves, nunca se les indentifica un sujeto siquiera hipotético.

Como el motivo de esta página no es quedar bien con nadie, sino reflexionar sobre la causalidad de los incendios, no me extenderé más sobre ello. Para ofrecer disculpas peregrinas e ideas rocambolescas, encontraréis muchas en las páginas institucionales de ministerios, consellerías y organismos públicos.

Quizá en otras tierras puedan tener algún rigor estadístico esas causas fortuitas pero, en el Noroeste, todos sabemos que son fábulas infantiles para desviar la atención: hay quien está quemando año tras año el monte y ninguna administración quiere mojarse y atacar las causas, por no ofender a ningún sector. Así, se limitan a gastar el dinero público en apagar fuegos en vez de afrontar el problema desde su raíz y perseguir a los culpables.

Hay quien dice que es obra de enajenados. La piromanía es un desequilibrio mental por suerte infrecuente. Es necesario distinguir entre el pirómano (enfermo mental que se deleita con el fuego) y el incendiario, persona que pega fuego al monte esperando algún beneficio.

Achacar la ola de incendios que sufre Galicia a pirómanos es tan absurdo como achacarla a los gamberros: no hay más locos en Galicia que en otras regiones de la península y sí, por el contrario, hay más incendios. La tipología de los incendios hablan de acciones de profesionales del fuego, no de desequilibrados ni de chiquilladas.












Conclusión

Durante las últimas décadas, la construcción del paisaje gallego se ha decidido por dos grupos de interés: por un lado los cazadores y ganaderos, quemando los bosques y dejando un monte con matorral bajo apto para sus intereses. Por el otro lado, la industria de la celulosa, forzando al Estado a repoblar con especies de ciclo corto.

Así, el bosque atlántico ha sufrido una extraordinaria regresión, siendo ahora la excepción entre los monocultivos de Pinus Radiata y Eucaliptus Globulus y grandes extensiones de monte pelado y penedos (media provincia de Ourense).

En la Galicia bárbara del último siglo, el modelado del monte ha sido realizado por unos grupos de interés, ante la aquiescencia de las administraciones. A lo único que se ha limitado la Xunta en los últimos años es a apagar los fuegos que iban saliendo, sin atajar las causas últimas. No se podía hacer peor: el aumento exponencial de los investimentos contra o lume ha creado un verdadero negocio en torno a los incendios, un nuevo grupo de interés que va a ser muy dificil desactivar.

Al conjunto de los ciudadanos se nos ha hurtado el poder de decisión sobre qué modelo de monte queremos para nuestra tierra. La administración ha soslayado el problema y ha dejado hacer (laissez faire) según la doctrina ultraliberal, cuando no participado en el expolio y actuado al servicio de las empresas.

Galicia es de los gallegos y deberán ser ellos los que decidan qué Galicia quieren para ellos y para sus hijos:

- Un modelo de monte que sólo beneficia a unos pocos, impuesto desde la dictadura franquista hasta nuestros democráticos días, opuesto a la biodiversidad y a un aprovechamiento silvícola integral al servicio de la gente del rural. Una Galicia de pinos, eucaliptos y calveros.

- O una Galicia con un aprovechamiento forestal sostenible de especies autóctonas de alto valor económico, no de madera barata destinada a la trituración. Un medio natural preservado aportaría beneficios a las muy depauperadas zonas rurales, para que se pudieran beneficiar de montes que hasta la dictadura fueron suyos y les fueron enajenados a mayor gloria y beneficio de las empresas transformadoras. Desde el turismo a la recolección de setas, nueces, castañas... vemos que un bosque íntegro es una riqueza para las regiones que lo mantienen (Asturias, Segovia, Bretaña, Vosgos...). Un bosque esquilmado, atrofiado, quemado, trae consigo pobreza, infertilidad, destrucción del paisaje, emigración, abandono....

El paisaje gallego está en construcción, mejor dicho, en destrucción. Sobre el lienzo que sostienen las madereras, pintan los cazadores con la paleta de colores que han escogido las celulosas, los de las brigadas le dan los retoques finales y deciden donde ponerle verde xesta o negro carbón. Mientras tanto, las administraciones contemplan la obra y asienten con aire distraído. La gente sólo ve retazos de la tela desde la ventanilla del coche, y pasa ante ellos entre indiferente y resignada.

Otros están dibujando la Galicia en la que tendrán que vivir nuestros hijos. ¿Y si tomásemos nosotros los pinceles y dibujasemos la que queremos? ¿y si Galicia fuera otra vez la que fue, antes de que Atila y sus hordas bárbaras arruinasen esta tierra?

Dejemos de soñar y pongámonos manos a la obra.